Reflexionamos sobre lo que significa verdaderamente ser feliz. La happycracia es un término que se usa para describir el fenómeno social de la obsesión por la felicidad.
¿Crees en las recetas para ser feliz?
Happycracia
La felicidad se ha convertido en un objetivo omnipresente en nuestra sociedad. Nos bombardean constantemente con mensajes que nos animan a ser felices, a pensar positivo, a superar nuestros límites, a seguir nuestros sueños. Libros, cursos, coaches, gurús, aplicaciones… La industria de la felicidad mueve miles de millones de euros al año y promete transformar nuestras vidas con métodos sencillos y efectivos.
Pero, ¿qué hay detrás de este discurso de la felicidad?
Edgar Cabanas y Eva Illouz , autores del libro «Happycracia: cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas», se plantean si es realmente beneficioso para nosotros o si se trata de una nueva forma de control social y de explotación personal.
La happycracia es un término que se usa para describir el fenómeno social de la obsesión por la felicidad. Se basa en la idea de que ésta es una elección personal, una meta alcanzable y una responsabilidad individual. También se apoya en la psicología positiva, una corriente que pretende darle una legitimidad científica a las recetas para ser feliz.
La happycracia tiene varios problemas y efectos negativos. Por un lado, ignora las causas estructurales y sociales de la infelicidad, como la pobreza, la desigualdad, la violencia o la discriminación. Por otro lado, genera una presión constante para estar feliz, lo que puede provocar frustración y ansiedad. Además, fomenta un individualismo egoísta que nos hace olvidar el valor de la solidaridad, la empatía y el compromiso social. Por ello, puede llegar a ser una forma de control social, al hacer que aceptemos las condiciones injustas y precarias en las que vivimos, con la esperanza de que podamos cambiar nuestra realidad con solo cambiar nuestra actitud.
Por lo tanto, profundizando en las consecuencias de este término, nos encontramos con:
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La culpabilización de las personas que no son felices o que sufren problemas sociales, económicos o de salud.
La Happycracia les hace creer que son responsables de su situación y que solo depende de ellos cambiarla con su actitud y su voluntad, sin tener en cuenta las condiciones personales de cada individuo.
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La alienación de las personas que se obsesionan con ser felices y que consumen compulsivamente productos y servicios que supuestamente les ayudarán a lograrlo.
Les hace vivir en una constante insatisfacción y frustración, ya que nunca alcanzan la meta prometida. Además, les hace descuidar otros aspectos importantes de su vida, como las relaciones sociales, el compromiso político o el desarrollo personal.
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La manipulación de las personas que se someten a los intereses de las empresas, los gobiernos o las instituciones que utilizan el discurso de la felicidad para influir en sus decisiones y comportamientos.
La Happycracia les hace aceptar condiciones laborales inestables, políticas neoliberales o prácticas poco éticas con tal de sentirse felices o realizados.
Los críticos proponen salir de este discurso reconociendo y expresando las emociones negativas, sin reprimirlas ni negarlas; compartiendo la alegría con los demás, sin competir ni compararse; cuestionando y transformando las estructuras que generan sufrimiento e injusticia; y valorando los pequeños placeres y momentos de la vida, sin obsesionarse con alcanzar una felicidad idealizada e inalcanzable. Para recuperar una concepción más crítica, compleja y colectiva de la felicidad sugieren:
1. Cuestionar el discurso de la felicidad y sus fuentes.
No dar por hecho que la psicología positiva es una ciencia objetiva e infalible, sino una ideología interesada y cuestionable. No dejarse seducir por los productos y servicios que nos venden la felicidad como un bien de consumo, sino analizar sus efectos reales y sus consecuencias sociales y ambientales.
2. Reconocer la diversidad y la pluralidad de formas de ser feliz.
No imponer un modelo único y universal de felicidad, sino respetar las preferencias, los valores y las circunstancias de cada persona. Aceptar las emociones negativas, como parte natural e inevitable de la vida.
3. Fomentar la alegría compartida y el bienestar común.
No buscar la felicidad individualista y egoísta, sino la que se basa en el cuidado mutuo, la solidaridad y la cooperación. No aislarse, sino crear vínculos afectivos, participar en comunidades y contribuir al cambio social.
En definitiva, los autores nos invitan a reflexionar sobre lo que significa realmente ser feliz y sobre cómo podemos construir una sociedad más justa, más humana y más feliz para todos.
¿Y tú que opinas?
Factoría Meeu